OPINION

Sahara Occidental : el drama de los prisioneros marroquíes utilizado como medio de presión

por Martine de Froberville
Presidente del Comité sobre Sahara Occidental (Francia)

(París, al 27 de junio de 2002) &emdash; Desde hace algun tiempo, la cuestión de los prisioneros en el conflicto maroco-saharaui, más o menos callada por las instancias internacionales desde la invasión del Sahara Occidental por Marruecos en 1975, aparece hoy con insistencia en la escena internacional. En efecto, la ONU &endash;secretaria general, consejo de seguridad&emdash; y unos « lobbies » parecen considerar ahora inacceptable la persistencia en detención de los militares marroquíes capturados por el Frente Polisario a lo largo de los 16 años de guerra abierta (1975-1991).

Cada uno, claro, deplora la dolorosa situación de estos hombres. Sin embargo, la instrumentación reciente del asunto necesita unas aclaraciones.

En los primeros años de su guerra contra el invasor marroquí, los Saharauis indicaron haber hecho más de 2 000 prisioneros. Pero, como &emdash;bajo el reinado de Hassan II&emdash; negaban su existencia las autoridades marroquíes, urbi et orbi se rehusaba dicha cifra.

Unos observadores extranjeros independientes, acudidos a finales de los años 70, encontraron a estos presos. Varias veces dieron cuenta públicamente de la situación sin que ninguna organización internacional se interesara al asunto.

Hubo que esperar la aplicación del « plan de paz » (1991), para que la ONU, el CICR, particularmente, encontraran a su vez a estos presos marroquíes. Ellos fueron, entonces, « oficialmente » contados. Eran efectivamente tan numerosos como lo habían indicado los Saharauis desde siempre.

En 1989, al decidir unilateralmente un alta al fuego, el Polisario libertó a 200 de ellos (los más viejos y más débiles) para repatriarlos a Marruecos. Fue únicamente la obstinación de las autoridades marroquíes la que impidió su regreso a sus hogares. Estos hombres, entonces libres, continuaron viviendo entre los Saharauis. Algunos hasta adoptaron la nacionalidad de sus guardias.

Otras liberaciones tuvieron lugar desde 1989. Cada vez, Marruecos no quiso ni oir ni hablar de ellos. Hizo falta la intervención de los Estados-Unidos y Argentina para que, a pesar de la intransigencia de Rabat, se repatriaran, en 1995, los primeros prisioneros libertados de 1989. Cuatro de ellos, fallecidos antes, no tuvieron la alegría de volver a su patria y familia.

¡ El drama intolerable, el sufrimiento insuperable de estos prisioneros marroquíes residen en el que su existencia haya sido negada durante veinte años por las autoridades de su propio país !

Pero si fue siempre posible a los observadores extranjeros encontrar a los prisioneros marroquíes, ayudarlos moralmente, en cambio, Rabat sigue sin dar ni una noticia de sus equivalentes saharauis. ¿ Muertos o vivos son ? ¿Enterrados con vida en un presidio ? Un jurista de la ONU llegado en Marruecos con una lista nominativa no pudo enterarse válidamente de su condición y, aún menos, encontrar a unos de ellos. ¡Estos centenares de hombres aumentan los rangos siniestros de los « desaparecidos del Makhzen » !

Por su falta de voluntad política en la organización del referendum de autodeterminación de los Saharauis, desde hace 11 años, la ONU tiene una grave responsabilidad en la situación mencionada.

Según el « plan de paz », aprobado por la comunidad internacional en 1991, está previsto un intercambio de prisioneros, a finales de los preparativos de la consulta. El proceso está bloqueado por unos pretextos marroquíes. Por inercia de la ONU, el intercambio está de facto diferido.

Si la organización internacional se conmueve hoy de la condición de los prisioneros marroquíes, se queda casi muda desde hace 27 años (1975) sobre la situación de los prisioneros saharauis, sin ninguna duda mucho menos envidiable.

También, a pesar de la presencia de su misión en el Sahara Occidental (la MINURSO) desde el año 1991, cierra los ojos delante las persecuciones de los autóctonos por el ocupante marroquí.

Su incapacidad a llevar a cabo la descolonización del territorio revela crudamente su poco interés para el drama del pueblo saharaui. Refugiado en el desierto argelino o oprimido por las fuerzas marroquíes, lleva, él, cuarenta años en la espera de vivir libre en su patria, sin que se conmuevan « las bellas almas ».

En vez de saludar la nobleza y dignidad de los dirigentes saharauis por las liberaciones de prisioneros sucesivamente efectuadas (alrededor de mil), unos intentan obscurecer su imagen. Para destabilizarlos, acabar con su resistencia, utilizan un drama humano como arma de presión ¡aun que la verdad y la justicia padezcan de ello !


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