OPINION

 

JUSTICIA PARA EL PUEBLO SAHARAUI

G. M. RAIS


Según las resoluciones de las Naciones Unidas, el pueblo saharaui tiene derecho a que se concluya el proceso de descolonización y, por consiguiente, a un referéndum de autodeterminación.
La ejecución de este derecho ha sido aplazado sistemáticamente por Marruecos ante la pasividad de las potencias que deberían velar por su cumplimiento. Ahora, se pretende vulnerar definitivamente el derecho del pueblo saharaui ante la interesada complicidad de la mayoría de los  gobiernos occidentales.
En una conversación con un amigo, éste, me planteó si era sensato o valía la pena seguir enrocado en la postura del todo (autodeterminación, soberanía y libertad) o nada. Decisión por la que muchos saharauis han perdido la vida, otros sobreviven en medio del desierto más inhóspito y otros soportan en los territorios ocupados la violenta represión del gobierno marroquí si osan expresar su sentir.
Puntualizó que en caso de tener hijos debe añadirse el sufrimiento  (pongámonos en piel ajena) de no poderles ofrecer oportunidad alguna ni porvenir. Además de soportar la indignidad de ser mantenido con ayuda humanitaria sin posibilidad de ganarse el pan (derecho sagrado).
Mi amigo señaló que el poder de Marruecos que hay en frente es muy grande y que las potencias, con EEUU y Francia a la cabeza, estaban de su parte. Y si no lo evitamos ahora también España, país que tiene responsabilidad directa por ser la antigua colonia.
Ante tal panorama, y tal vez por pragmatismo realista, el mal menor era aceptar la autonomía propuesta por Marruecos y pasar a ser súbditos del rey Mohamed VI. Eso, sin contar que nadie garantiza el futuro de tal autogobierno y los derechos de sus gentes una vez firmada la claudicación.
Yo quise creer que aunque los gobiernos atienden a intereses políticos, económicos y a estrategias de las que muchas veces poco entendemos el pueblo, este último podríamos responder saliendo en defensa de los auténticos valores humanos y pedir sencillamente que se cumplan las resoluciones acordadas en nombre de la verdad.
A eso respondió que para ello el pueblo saharaui debería simbolizar algo. Representar y abanderar algo con que el resto pudiera identificarse. No es así. Y añadió que, por desgracia, la realidad es que a la mayoría de la sociedad española le trae sin cuidado el destino del pueblo saharaui. O que, inmerso en otras prioridades políticas y privadas, no lo suficiente como para movilizarse.
Debo admitir que es cierto. Son muy pocos, no tienen nada que ofrecer, y en el mundo no son ningún símbolo.
¿Por qué íbamos a llenar las calles de nuestras ciudades rogándoles a nuestros dirigentes que se hicieran eco de nuestro sentimiento de solidaridad y apoyo?
Parece un milagro...y tal vez lo sea. Pero yo necesito creer que a veces el mundo tenemos destellos de lucidez y podemos llegar a ver, allí donde parece que no hay nada, los valores por los que merece la pena vivir.
Si miramos más allá veremos que no se trata de ideologías políticas. Ni de ir contra nadie. Ni siquiera se trata de defender una identidad nacional, la soberanía de un territorio y la libertad de un pueblo.
Se trata del principio elevado de la Justicia.
Si salimos a la calle por el pueblo saharaui lo estaremos haciendo por nosotros y por nuestros hijos. A ellos legaremos la esperanza de un mundo en el que es posible que la verdad triunfe; y a nosotros nos quedará la dignidad de haber salido en defensa de nuestros hermanos y de la Justicia.
Si permanecemos impasibles y permitimos que la fuerza se imponga contribuimos con el mal, dejamos que la esperanza muera y con ella la fe en un mundo mejor y más justo.
Para que ocurra el milagro no necesitamos armas, no necesitamos violencia, ni hacer daño a nadie. Solo determinación y expresar nuestra voluntad. Y repito, expresar nuestra voluntad. Y lo que sentimos es Justicia.
¿Es posible que el conflicto caiga lejos?   Es posible
¿Es posible que no tengan rostro? Es posible...a no ser.... que hayan compartido los amaneceres y las puestas de sol en el desierto con ellos. Que las familias de Fátima Sharki, Fatimetu Hassana, Curia Dah... les hayan acogido como a miembros suyos por igual.
Que hayan compartido música, merienda, dunas, todoterreno, y vida en familia con Fatima, Rabab, Bejela, Suelha, Nama, Fadhila..
Que hayan sentido como la barrera del idioma desaparecía (con los que no hablan español) y en las miradas se estableciera una comprensión interior de auténtica humanidad. Que del brazo de  Rabab y de la mano de Bejela hayan asistido a una boda saharaui y junto a ellas y ellos hayan participado de las mismas ilusiones.
Que hayan compartido la alegre fiesta de un fin de año en las dunas, así como las largas tardes de camaradería y esperanza con Mohamed, Abdrabu, Brahim, Gadfi, Loulet, Said, Salek, Larabás, Sidahmed, Sheriff, Ahmeddula...y tantos otros miles de vigorosos muchachos llenos de ganas de vivir.
O que no hayan podido contener las lágrimas cuando te dan unas emotivas gracias por todo aquello que como individuo y como español haces por ellos; a  la vez que sientes vergüenza de ti mismo porque sabes que puedes hacer mucho más.
Si ahora les damos la espalda; si apostamos por el “no va conmigo” quizá les empujemos a una muerte temprana. Ellos lucharán y gritarán libertad hasta su último aliento; y su memoria clamará por una justicia que está en nuestras manos.
La razón y el pragmatismo pueden decir que no es el momento; que no se movilizará la gente; que no existen las condiciones para que se de una respuesta clara, contundente y masiva que desencadene la solución definitiva.
Pero el corazón dice que sí es el momento. Que somos muchos los que anhelamos un mundo más justo. Y que si no lo hacemos ahora, no lo haremos nunca.
Ellos nos pueden dar tanto como nosotros a ellos.
La historia, la hermandad y la causa que nos une como pueblos me lleva a sentir y proclamar que:
YO SOY SAHARAUI.
Hermanos, hagamos que nuestra voz llegue hasta la Moncloa, que llene hasta el último rincón de España, que se escuche en el mundo entero y que en ese desierto olvidado sus gentes sepan que nosotros también somos saharauis.
Por Dios,  por la Verdad, por nosotros y por nuestros hijos.
Por el pueblo saharaui
¡JUSTICIA!

G. M. RAIS
19.03.07


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