OPINION

 

LAS COSAS CAMBIAN

Mohamed Ali

- Ya ves, hijo. ¡Cómo cambian las cosas los años! -me dijo mi viejo hace ya años, hace ya cosas.

Mucho antes de que se desaharauicen tanto todos nuestros asuntos, me hablaba de aquellas cosas que hoy sustituyeron el Dinar, el Dólar, el Euro, Loughiía, y hasta el Dirham (éste ayer profanado, o sea, literalmente enripiado, vamos). Y me hablaba de ese pasado, que pretérito es y pasado está... Confesiones paternas, en fin, de esas que te abren los ojos y te cierran el estómago.

Recuerdo asimismo que antes leíamos más y conversábamos mejor, es decir, veíamos menos TV. Éramos menos felices: una grey de almas blancas, cuyo acopio mayor era un sueño llamado "República Saharauía". Para vivir no queríamos más que el Sáhara (ni menos que el Sáhara). Hoy, que nuestros vectores mentales más dinámicos aspiran a invertir, aunque sea en sellos, el plan nuestro de cada día, el plan más ambicioso sigue siendo la derrota del insomnio. La palabra "Assahra" ya no calienta tanto los corazones. ¡Cómo no van a cambiar, así, las cosas! Son tiempos de "monstruosidades conceptuales", son tiempos de "Té con sacarina", son tiempos de "Cuscus bajo en gluten"...

Ahora, además -como bien sostiene el Sr. Almustafti- parece que suspendemos la asignatura del "Arte de Negociar". No sabemos hablar, no sabemos decir, no sabemos callar; no aprendimos bien: ni negocio ni arte, ni ruido ni nueces. ¿Qué nos queda? Lo hemos probado ya todo, y lo suspendemos... La 'Causa', digo, la cosa saharauía no habla ni dice: invita, tal vez, a probar de nuevo, a reprobarlo todo. Es innegable que nos hemos agenciado todo un gafe con solera.

Entre los utopistas del ayer, los conformistas del hoy y lo que será de los del mañana, hay algo común. En esa heterodoxia saharauía, hay lugar para aquello de que "La esperanza fue (y es) lo último que se perdió".

09.06.06


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