Brahim Cheij Breih
Es lo que hemos heredado de nuestros padres, lo que hemos
aprendido de la misma historia, hasta que un día nació
una niña. Nadie sabía, ni sus propios padres, que
esta niña iba a ser la reina de los corazones de los
saharauis, y la emperatriz del Sáhara.
Es Sultana, la joven que se hizo mujer antes de tiempo, la joven que
nos hizo llorar en silencio frente a la impotencia, la mujer
que demostró con su valentía que los hombres
también lloran, una mujer que en segundos supo conquistar
el corazón de los hombres y mujeres, de aquellos y
aquellas que viven del lado de la justicia y la razón,
aquellos hombres y mujeres que sus principios no tienen precio.
Si los ojos son para ver, tú Sultana de cerca viste la
injusticia y lo sentiste en tu cuerpo y en tu mente; si los ojos
son para echar una mirada, todos los saharauis, mujeres y hombres
quieren hacerte a ti esta mirada, incluso yo mismo que te
escribo esta carta quiero arrodillarme ante tu mirada, para desnudarte
mi alma como una alfombra, algo que jamás pensé hacerlo
delante de un ser humano.
Se equivocaron tus verdugos a la hora de cometer esta injusticia,
porque con estos actos cobardes de intentar dejar te ciega, diles que
los ciegos también lloran y que los ciegos también tienen
sentimientos y nadie puede quitar estos sentimientos que sentimos por
algo, que amamos el Sahara.
Escuché tu voz firme y valiente, cuando te has dirigido a tu
pueblo, cuando quisiste demostrarnos que tus ojos, no son
más importantes que el destino y la libertad de tu pueblo.
Si no me traiciona la memoria hay otro caso semejante, pero no
sé si Sultana había nacido o todavía no. Se
trata de la historia de un soldado saharaui herido grave en la guerra y
que tuvieron que trasladarlo desde los territorios liberados a los
campamentos de refugiados, en la mitad del camino
pidió a sus compañeros detener la marcha del
coche, en este momento quiso aprovechar sus últimos instantes
para pedirles un favor, no se trata de algo personal o familiar, les
dijo que tenía la sensación de que este lugar es el fin
de su camino, pero antes que me lleve la muerte,
les pidió un favor: "sean fieles al Sáhara y
sus mártires", y en este mismo lugar le llegó la hora
definitiva.
Pocos pueden hacer algo semejante, sin embargo tan
sencillo, cuando una persona es consciente de sus principios y su deber
a pesar del dolor y el sufrimiento. Es lo que quiso demostrarnos esta
joven, que la vida sin libertad y sin dignidad humana, deja de
tener ningún sentido.
¿Cuantas mujeres como Sultana que fueron agredidas y otras
violadas?, ¿cuantas mujeres tendrán que sacrificar
todavía su vida por esta causa?, ¿cuantas y cuantas?
Todos somos Sultana y Minatu Haidar, y todas las mujeres saharauis que
han sufrido de cerca o de lejos la ocupación, y todos
seremos como este mártir, fiel a su causa
hasta el último instante de su vida.
Brahim Cheij Breih
Un Ciudadano Saharaui
http://saharamarathon-layuad.blogspot.com
01.09.07