OPINION
1. Después del 11 de septiembre da la sensación de que los Estados Unidos no han aprendido nada. Aquellos hechos desgraciados pusieron de manifiesto la tremenda equivocación de edificar la política exterior sobre la economía y no, como debe ser, sobre la política. Y, sin embargo, da la impresión de que los Estados Unidos siguen estableciendo sus alianzas en función de criterios económicos, dejando muy de lado los políticos.
Esta semana pasada los Estados Unidos, por primera vez, han tomado una postura explícita en el conflicto del Sáhara y lo han hecho a favor de la anexión del territorio a quien lo ocupó por un acto de fuerza. El propio Gobierno español confesó que la decisión le había "sorprendido". Se ha especulado con el hecho de que esta nueva posición hubiese sido previamente transmitida a Argelia, a través de la visita que hizo hace unos días a Argel un militar norteamericano de alto rango. Sin embargo esto es improbable, pues de ser así, Buteflika habría informado a Aznar. España y Argelia, por fin, han decidido crear una alianza de amplio alcance (política, económica y cultural) cuya lógica estratégica es tan natural que sorprende que no se hubiese producido ya hace decenas de años. En este marco es altamente improbable que, de haber conocido Argelia la nueva posición de los Estados Unidos, no se la hubiera comunicado a España y a la RASD.
La sorpresa de gobierno español es más que comprensible porque el cambio de la política exterior norteamericana es brusco y, en mi opinión, verdaderamente imprudente y peligroso. ¿Qué causas explicarían el mismo? Se pueden aventurar causas políticas, pero me parece que las más explicativas son de tipo económico. O, si se quiere, las posibles causas políticas se hallan subordinadas a motivos económicos.
2. Las posibles causas políticas son dos. Una, creo que remota (sustento a la política de Bush en Palestina e Irak). Otra más posible (búsqueda de la estabilidad en el Magreb).
La causa que estimo remota es la de la búsqueda del apoyo de Marruecos para la política exterior norteamericana en el Oriente próximo y, en especial, en Palestina y en Irak. Con el apoyo a Marruecos en la cuestión del Sáhara, los Estados Unidos estarían neutralizando su oposicion a la política norteamericana en Palestina y sumarían al Sultanato a la ofensiva contra Irak. Sin descartar esta posibilidad, parece remota por dos razones. La primera es que no parece que haya ninguna política norteamericana sobre Palestina, salvo que se entienda por tal una repetición de los acuerdos de Oslo que, parece es lo máximo a lo que llegaría Israel y la opinión pública norteamericana inclinada a favor de Israel. Ocurre que los acuerdos de Oslo para los palestinos son un suicidio. Como dijo Arafat, "si firmo esto me matan". Pero además, en segundo lugar, la opinión pública marroquí y, muy especialmente, el islamismo se aglutina en torno a la defensa de la causa palestina y de Irak y no parece que Mohamed esté en condiciones de asegurar a Bush el control de su opinión pública interna. Conociendo a su padre, es posible que el hijo le haya contado este cuento a Bush, pero nadie mínimamente informado es capaz de creerlo. En definitiva, teniendo en cuenta la fuerza que tiene el islamismo y que la defensa de Palestina y de Irak es la verdadera causa nacional marroquí (que moviliza a todo el pueblo), mucho más que la del Sáhara (que sólo moviliza al personal del "establishment"), si el precio ofrecido por Mohamed ha sido el apoyo marroquí a la política de Bush respecto a Palestina y a Irak habrá que concluir que Mohamed es casi un suicida y Bush un ingenuo sin remisión.
La otra posible causa política explicativa del cambio norteamericano sería la de la búsqueda de la estabilidad en el Magreb. Desde esta perspectiva, sería urgente poner fin a un foco de inestabilidad en esta zona. Mohamed habría convencido a Bush de que la única forma de conseguir esa estabilidad sería la anexión del Sáhara. Para ello, Mohamed habría hecho creer a Bush una serie de premisas. En primer lugar, que el Frente Polisario no tiene ya capacidad de hacer una guerra contra Marruecos; en segundo lugar, que Argelia no podría o no querría seguir ayudando a los saharauis; tercera, que la anexión del Sáhara gozaría de un consenso interno tan grande que la entrega desestabilizaría el propio interior de Marruecos y que esa desestabilización sería mayor que la que se causaría en otros lugares de la zona anexionando el territorio. El problema es que estas tres premisas son más que discutibles. En primer lugar, el Frente Polisario no sólo mantiene intacta su capacidad de combate, sino que con ocasión del abortado reinicio de las hostilidades el 7 de enero de 2001 (con ocasión del rally París-Dakar) el grado de movilización de los saharauis sorprendió, incluso, a la dirección del Frente Polisario. Hubo inmigrantes saharauis en España que llegaron a dejar su trabajo y residencia aquí, en el primer mundo, para incorporarse a la lucha. En segundo lugar, si bien es cierto que el 7 de enero de 2001 Argelia no respaldó la iniciativa saharaui de reanundar la guerra, no parece que ahora vuelva a rehusar ese respaldo habida cuenta del tremendo e inaceptable coste estratégico-político que supone para Argelia la anexión, algo que quizá minusvaloran los Estados Unidos. En tercer lugar, si analizamos las reacciones producidas en Marruecos tras la publicación del informe del Secretario General de febrero de 2002 abriendo la posibilidad de una partición del territorio, nos daremos cuenta que la supuesta "unanimidad" marroquí lo era de organizaciones todas ellas vinculadas al sistema. Sin embargo, las fuerzas políticas y de más arraigo popular guardaron un discreto silencio sobre la cuestión. Y esto es muy significativo, teniendo en cuenta que la manifestación de apoyo al Sáhara está condenada penalmente. Por tanto, no es cierto que la independencia del Sáhara vaya, necesariamente, a provocar una desestabilización en Marruecos. Antes bien, hay un clamor social difuso, pero real, reclamando que el dinero que se emplea en el Sáhara sea invertido en Marruecos. En consecuencia, si Bush piensa que la anexión del Sáhara a Marruecos garantiza estabilidad al Magreb está profundamente equivocado. Antes bien, la decisión conduciría, con toda seguridad a una nueva guerra que, además, no sería igual que la primera, porque ahora los saharauis de las zonas ocupadas por Marruecos, totalmente independentistas, no iban a quedar enteramente con los brazos cruzados e iniciarían acciones, probablemente pacíficas, quizás violentas.
3. Las causas políticas, sin embargo, no creo que terminen de explicar la nueva toma de posición norteamericana en el asunto del Sáhara. La última de ellas, por lo demás, la pretensión de conseguir un Magreb estable, está pensada, precisamente, para crear el marco de desarrollo de ciertos intereses económicos. Las causas económicas son dos. En primer lugar, el petróleo; en segundo lugar, la creación de un gran mercado magrebí e incluso africano para los Estados Unidos.
La existencia de petróleo en el Sáhara Occidental parece estar ya suficientemente probada. Y no sólo eso, sino que todo parece indicar que ese petróleo se halla en cantidades ingentes. El hecho de que el asesor jurídico de Naciones Unidas dictaminara en enero de este año que la explotación del petróleo del Sáhara sería considerada ilegal en tanto en cuanto no se haya concluido el proceso de descolonización, podría haber sido el detonante de las "prisas" norteamericanas para dar por zanjado este asunto "jurídicamente" (o así se pretende) con un nuevo pronunciamiento del Consejo de Seguridad y, de esta forma poder iniciar cuanto antes la explotación del petróleo. El problema es que no sólo la "tercera vía" crearía aún una mayor inseguridad jurídica (si, por ejemplo, como sucedió en 1974, la Asamblea General de Naciones Unidas solicitase un nuevo dictamen al Tribunal Internacional de Justicia acerca de su conformidad con el Derecho Internacional), sino que puede abrir el camino a una guerra que puede proporcionar cualquier cosa menos estabilidad para efectuar tan importantes inversiones.
Junto al petróleo existe otro argumento económico, la creación de un mercado magrebí, es decir, la llamada "iniciativa Eizenstad" (por el nombre del embajador norteamericano que la patrocinó). El objetivo de esta iniciativa es crear un gran mercado abierto en el Magreb. Pues bien, no es casualidad que a la vez que los EE.UU. han escenificado su giro en favor de la anexión del Sáhara a Marruecos, hallan anunciado la creación de una zona de libre cambio con Marruecos concebida como un primer eslabón hacia la creación de un "espacio económico magrebí". De hecho, parece que los EE.UU. han condicionado la anexión del Sáhara a que Marruecos se muestre totalmente dispuesta a crear este mercado común magrebí con el resto de los países de la zona. De esta forma, además, los EE.UU. neutralizarían el impacto de la Unión Europea que a través de los acuerdos de asociación firmados con los países de la zona. La posibilidad de que esta zona de libre cambio se pueda extender a los otros países de la región se encuentra condicionada a la inexistencia de guerra en el Sáhara. Desde este punto de vista, resulta extraordinariamente arriesgada la apuesta norteamericana, pues da por hecho (fin de la guerra) lo que, precisamente, se trata de hacer ya que el probable reinicio de las hostilidades haría inútil el intento de creación del mercado magrebí. Pero además, Mohamed también se arriesgaría por cuanto este tipo de acuerdo significaría dar entrada en el mercado magrebí a un agente nuevo (los EE.UU.) en detrimento del clásico actor (Francia) que quizá no acepte de grado el nuevo reparto de influencia.