Carlos Ruiz Miguel
La dimisión de Baker es una noticia nefasta para el Sáhara Occidental. Y, por extensión, para la estabilidad en el Magreb. El diario árabe editado en Londres "Ashark Al Awsat" adelantó la noticia. Luego, la difundió en España la Agencia Canaria de Noticias en su servicio exterior. Finalmente, la agencia EFE la ha hecho llegar para todo el mundo. En el pasado, James Baker amagó con dimitir si la solución del conflicto no avanzaba. Ahora no sólo ha amagado: lo ha hecho. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Qué consecuencias puede tener esta dimisión?
Se ha dicho que la dimisión se debe a que Baker va a trabajar por la reelección de Bush, pero esto es poco creíble. En efecto, ya tuvo una intervención decisiva en su elección en el año 2000 y no por ello abandonó su tarea mediadora en el Sáhara. James Baker ha dimitido porque la solución que ha propuesto al conflicto del Sáhara Occidental ha sido bloqueada.
¿Por quien? No basta decir que por "Francia y Marruecos". Francia y Marruecos también han estado bloqueando el proceso antes y Baker no dimitió sino que resistió todas sus presiones. No. La causa de la dimisión está en algún elemento nuevo. ¿Cuál? Creo que la explicación está en una de estas dos hipótesis o, más probablemente, en las dos. Y las dos, una directa, la otra indirectamente, apuntan a la responsabilidad del presidente español Rodríguez Zapatero.
Una primera hipótesis es que el elemento nuevo no es otro que el nuevo presidente, Rodríguez Zapatero, ha rechazado el "plan Baker II". El anterior presidente, Aznar, logró convencer a Bush de que presionara a favor de una solución al conflicto del Sáhara. La iniciativa de Aznar consiguió articular un eje Washington-Madrid-Argel-Tinduf-Nuakchott que fue determinante para la aprobación del "plan Baker II". Por motivos no contados hasta ahora, aquella iniciativa fue aguada a última hora por la nefasta ex-ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, que después de todo el trabajo efectuado por la delegación española en la ONU, a última hora fue "sensible" a las presiones de los aterrorizados marroquíes y aguó la resolución de la ONU que se disponía a aprobar y ordenar la ejecución del plan. El cambio en la presidencia del gobierno español ha supuesto un giro total. España, que oficialmente no es parte en el conflicto, sigue siendo la parte principal porque jurídicamente sigue teniendo responsabilidades sobre el territorio. Y España, en una de las medidas más
disparatadas de nuestra nueva política exterior, se ha inclinado del lado marroquí en el asunto del Sáhara.
En medio de declaraciones contradictorias de responsables del PSOE (por un lado, el presidente Zapatero, Maragall y Trinidad Jiménez negando el plan Baker y, por otro, el ministro y el secretario de Estado de Exteriores, Moratinos y Bernardino León, afirmando que lo apoyaban) lo cierto es que la voluntad decisiva, la del presidente del Gobierno, era la de negar el apoyo al "Plan Baker II". El asunto quedó absolutamente claro cuando Zapatero declaró el 23 de abril que Marruecos tenía "derechos" sobre el Sáhara y que "había que llegar a un acuerdo", lo que era tanto como decir que el "plan Baker II" no era una solución aceptable. Si España abandonaba el "plan Baker II" y se alineaba con Marruecos la continuación de los esfuerzos de Baker era baldía. Y eso parece que fue lo que, como enviado de Zapatero, comunicó a Baker en Houston Adán Martín, el presidente canario, en una misión que los marroquíes calificaron de "buenos oficios". Baker ya dijo que el contenido de su plan no podía alterarse y lo que Zapatero propuso, por medio de Adán Martín, era justamente alterarlo en beneficio de Marruecos.
Pero cabe también otra hipótesis, y es que el elemento nuevo haya sido la decisión de Bush de otorgar a Marruecos el status de "aliado preferente no OTAN". El comunicado de la Casa Blanca anunciando ese nuevo status evoca peligrosamente las afirmaciones del propio gobierno marroquí de que ese país, en lugar de ser un vivero de terrorismo e inestabilidad, es "garantía de estabilidad". Como complemento de ello se han anunciado unas maniobras conjuntas marroco-norteamericanas en frente de Canarias de las que el ministro español, Moratinos, aseguró haberse enterado "por la prensa". Esto quizás signifique que Bush podría haberse inclinado a favor de la anexión del Sáhara, quizá como contraprestación al apoyo francés en Iraq. Esta aproximación de USA a Francia y Marruecos, es claro que ha sido posible porque el nuevo presidente español, previamente, se alejó de USA. Baker, por su parte, que está convencido de que la anexión marroquí del Sáhara es jurídicamente imposible y políticamente contraproducente habría dimitido en desacuerdo con la nueva orientación de Bush al asunto del Sáhara.
¿Qué consecuencias tendrá esta dimisión? Sin duda, negativas. La dimisión de Baker después de 7 años de trabajos supondrá un duro golpe para el proceso de paz. Ya está claro quienes se alegrarán de esa dimisión: Marruecos, Francia y el nuevo gobierno español porque Baker era el mayor obstáculo político en la pretensión anexionista. El artículo de Peru Egurbide en el diario oficioso del gobierno del sábado día 12 es revelador: con la dimisión de Baker y el fracaso de su plan "la iniciativa española pasa a primer plano". Pero esa iniciativa se parece mucho, demasiado, a la de 1975: anexión. Entonces se pensó que los saharauis no resistirían ni dos semanas. La guerra duró 16 años y Marruecos no consiguió derrotarlos. Por una de esas paradojas de la historia, un ansia infinita de paz y un incansable llamamiento al "diálogo" pudiera degenerar en la reanudación de la guerra del Sáhara. Y entonces la responsabilidad recaerá, nuevamente, en España. Más precisamente, en el actual presidente del gobierno.
13.06.04