OPINION
Es de sobra conocida la "inclinación" pro majzén de Luis Maria Ansón, presidente del periódico "La Razón". Sus buenos servicios a la causa alauita han sido incluso reconocidos por la agencia oficial de prensa marroquí, la MAP. Sin embargo, en estos últimos tiempos sus, al parecer irrefrenables, inclinaciones en favor del Majzén marroquí, no sólo suponen una grave contradicción con una buena parte de los colaboradores del periódico, sino que empiezan a entrar en contradicción con la "razón" que da título precisamente al medio y, por supuesto, con la defensa del interés nacional español que dice defender Ansón. El último episodio es el editorial "La necesaria estabilidad de Marruecos" publicado el lunes 12 de agosto.
Las tendencias
promarroquíes expresadas por Ansón en su columna diaria
y en los editoriales no firmados (o firmados con pseudónimo)
que revelan su innegable "inclinación" ponen en evidencia una
grave quiebra de la unidad de la linea editorial del medio. En primer
lugar, contradice la opinión, claramente favorable a la
independencia saharaui que mantiene el director de "La Razón",
José Antonio Vera. Pero es que, además, se halla en
flagrante oposición a las tesis defendidas por columnistas
habituales: es el caso de Dalmacio Negro Pavón, Carlos Paris,
Alejandro Muñoz-Alonso. La cosa llega hasta el extremo de que
mientras Ansón repite la tesis hassaniana de que España
y Marruecos "están obligados a entenderse", de que "hay muchas
más razones para la amistad que para el desencuentro" con
Marruecos, que España "precisa de la estabilidad del reino
alauita" y que España debe colaborar "en la estabilidad del
trono alauita" (ojo, dice del "reino alauita", del "trono alauita",
no del "pueblo marroquí"...), uno de los columnistas
más cualificados del diario, Dalmacio Negro Pavón,
califica a Marruecos como "el enemigo político" que nos
utiliza como "chivo expiatorio" de sus errores
Pero lo más grave no es que Ansón al entregarse de modo
irrefrenable a su "inclinación" promarroquí deje hecha
trizas la línea editorial de su periódico. Al fin y al
cabo, ese es un problema privado de la empresa editora. Lo más
grave es que Ansón no duda en utilizar argumentos, a
cuál más inconsistente (por no decir, sencillamente,
falso), para intentar arrastrar suicidamente a España en
brazos del corrupto trono alauita.
El primero, acuñado por el genocida Hassán II, es de que "estamos condenados a entendernos". Pero esto es un disparate. El hecho de ser dos países de historia, lengua, tradiciones, sistema político y cultura tan diferentes si a algo nos "condena" es precisamente al "enfrentamiento" y no al entendimiento. Se podría decir, por ejemplo, que España e Italia son dos países "condenados a entenderse", pero ¿alguien se imagina explicando a un "Ansón" del siglo XV a los Reyes Católicos que estaban "condenados a entenderse" con Boabdil?
En segundo lugar, y siguiendo el anterior argumento, Ansón sostiene que hay muchas más razones para la amistad que para el desencuentro entre España y Marruecos por el mantener "fronteras comunes" y "fuertes inversiones económicas". Pero las fronteras no son una razón en sí para la "amistad". Antes al contrario, muchas veces son un motivo para el enfrentamiento. Que a lo largo de una frontera haya amistad u hostilidad depende de varios factores. Por ejemplo, de que quien esté a un lado de la frontera no quiera anexionarse lo que está "al otro lado". El que Alemania quisiera anexionarse Alsacia y Lorena cuando eran francesas o el que Francia quisiera poseer esos territorios cuando eran alemanes fue un grave motivo de enfrentamiento. Por la misma razón, el que Marruecos quiera anexionarse Ceuta y Melilla constituye un poderoso aliciente para el enfrentamiento, y la culpa de ello no es de España, precisamente, salvo que se nos considere culpables de poseer unos territorios (los de la Hispania Tingitana) que ya eran considerados hispánicos por los romanos hace dos milenios, cuando ni existía el nombre de Marruecos ni Marruecos como pueblo.
En tercer lugar, Ansón afirma que la ocupación de la isla de Perejil supuso la ruptura del statu quo "y de las buenas relaciones imperantes hasta ese momento", sin miedo a contradecirse afirmando a continuación que la mencionada invasión ha sido "el punto de inflexión de una crisis que arrastra desde finales del pasado año, con la retirada del embajador de Marruecos, que parece tener su explicación mas lógica antes en el Sáhara que en Ceuta, Melilla o las islas del Estrecho". Dejando al margen que no deja de ser curioso calificar como "buenas relaciones" una situación en la que un país adopta una medida de extraordinaria hostilidad, como retirar el embajador, hay que preguntarse si el hecho de que la retirada del embajador se deba al Sáhara y no a Ceuta y Melilla cambia algo las cosas. Porque ocurre que sucede más bien lo contrario. Si es cierto que Marruecos retiró a su embajador en España por causa de nuestra postura en el Sáhara, el hecho sólo tendría una interpretación que, se mire por donde se mire, nunca será subsumible en lo que debe entenderse como "buenas relaciones". Si la causa de la retirada del embajador fue la postura española en el Sáhara, el sultán y su majzén están diciendo, muy claramente, que no respetan a España como Estado que fija soberanamente su política exterior y que no sólo no reconocen a España capacidad de fijar su propia política exterior con arreglo a sus propios intereses, sino que además intentan presionar (o si se quiere decirlo más claramente, chantajear) a España para que adopte la postura que más les interesa a ellos y que, obviamente, no tiene por que ser la que más interesa a España.
En cuarto lugar, Ansón dice que el monarca marroquí es un "formidable líder religioso en su calidad de descendiente del Profeta, y constituye en todo un bastión ante el avance del integrismo que hace estragos en la vecina Argelia". Pero si es verdad que el sultán es tan "formidable líder religioso", que además es "descendiente del Profeta" (algo muy discutible, por cierto) y que "constituye en todo un bastión ante el avance del integrismo", ¿por qué entonces teme "un golpe de Estado protagonizado por fanáticos integristas"? Pero ¿no habíamos quedado en que Mohamed es un "bastión ante el avance del integrismo"? ¿De qué preocuparse entonces? Ocurre, que el sultán marroquí, no es un "formidable líder religioso", es muy discutible que sea descendiente de Mahoma y no sólo es un "bastión" ante el integrismo sino que es la principal causa de su auge. El islam no reconoce una figura similar al "papado" y la pretensión del rey marroquí de ser el "papa" de los musulmanes marroquíes ("emir de los creyentes") esta condenada al fracaso. Por cierto, me parece que no esta de más recordar a Ansón que el mulá Omar, el talibán tuerto, es también emir de los creyentes y no parece que sea precisamente un "bastión" contra el integrismo. Por lo demás, la presencia del sultán al frente del corrupto majzén constituye la causa, y no la solución del auge del integrismo en Marruecos. Un integrismo que, aunque Ansón no quiera reconocerlo, es socialmente mucho más poderoso en Marruecos que en Argelia, que es un país mucho más secularizado socialmente y donde el cambio en la cúpula del poder se produce sin ningún tipo de traumas, como se demuestra por el hecho de haber tenido ya 6 presidentes desde la independencia, el último de ellos tras unas elecciones libres. Y todo ello por no aludir a las sospechas de bastardía que algunos (por ejemplo, el periodista francés Gilles Perrault en su obra "Nuestro amigo el Rey" y el ex embajador de España en Marruecos José María Álvarez de Sotomayor) han proyectado sobre Hassán II y que, de ser ciertos, significarían que ni Mohamed VI ni su padre son descendientes de Mahoma.
Finalmente, y por no extendernos más (aunque podríamos hacerlo), en quinto lugar, Ansón afirma que una de las razones para apoyar al trono marroquí es que "el integrismo islámico izaría la bandera nacionalista, la misma que ya hoy empuña, y amenazaría seriamente nuestras ciudades en el norte de África". Pues bien, estas afirmaciones sólo se pueden hacer desde una profunda ignorancia acerca del islam y de Marruecos o desde una absoluta mala fe. Y esto es así, porque, por un lado, el nacionalismo marroquí es una creación del partido laico Istiqlal que fue asumida como propia hace medio siglo por Mohamed V y sus sucesores y, por otro, el integrismo islámico por definición no es nacionalista. Debiera saber Ansón que el proyecto político del islamismo es la "umma", la reunión de todos los musulmanes sin consideración de fronteras. Por eso mismo, una república islamista en Marruecos sería menos nacionalista que el trono alauita y permitiría solucionar el conflicto del Sáhara Occidental y el conflicto fronterizo con Argelia y mitigaría la reclamación sobre Ceuta y Melilla.
Las anteriores
son algunas de las argumentaciones utilizadas por Ansón para
intentar convencer a la opinión pública y al gobierno
españoles de que modifiquen su actitud actual y apoyen al
sultán Mohamed VI. En esta tarea de intentar que España
de la espalda al pueblo saharaui y a una alianza con Argelia
(país que ni pretende anexionarse de territorio español
ni fomenta la inmigración ilegal hacia nuestro territorio ni
intenta chantajearnos en nuestra política exterior) todo vale,
incluso la tan repetida como falsa afirmación de que Argelia
pretende un Sáhara independiente para conseguir una salida al
Atlántico. Quizás Ansón no se ha enterado aun de
tres cosas: que la salida al Atlántico más cercana
desde Tinduf es Agadir y no el Sáhara, que Argelia tiene
salida al mar Mediterráneo y que Argelia exporta el gas a
España a través de un gasoducto que cruza Marruecos
(del que se beneficia el Majzén cobrando unos impuestos de
tránsito de 20 millones de dólares anuales). Pero el
análisis de los argumentos antisaharauis y antiargelinos de
Ansón quede para otra ocasión.
Después de lo expuesto, no parece que el apoyo del gobierno y
de la opinión pública españoles a la
independencia del pueblo saharaui y a la alianza estratégica
con Argelia sea una propuesta equivocada.
14.08.02