Carta abierta al
Excelentísimo
señor don José Luis Rodríguez Zapatero,
Presidente del gobierno de España
Palacio de la
Moncloa
Complejo de la Moncloa
28071 Madrid (España)
Bruselas, 16 de julio del 2004
Juan Bautista
Crespo Arce
29 Rue de la Source
1060 Bruxelles
(Bélgica)
Excelentísimo señor:
Cuando hace pocos meses tomó usted la decisión, su primera decisión como presidente del gobierno español, de retirar nuestras tropas de la guerra de Irak dijo que lo hacía inspirado por el respeto a la legalidad internacional y por sacar a España de un conflicto en el que nunca debió estar. Ayer, en Argel, ha vuelto usted a mencionar repetidas veces la legalidad internacional como línea conductora de una posible solución al conflicto del Sahara Occidental, un conflicto en el que, permítame que se lo diga, España nunca debió haberse visto involucrada simplemente porque nunca debió haber permitido que existiese.
Si no me equivoco, señor presidente, usted nació en agosto del año 1960. Yo nací en julio del 62. Yo tenía trece años en noviembre de 1975. Usted tenía quince. Yo recuerdo como si hubiese sido ayer todo lo que ocurrió ese año, que fue mucho y muy importante: la agonía de Franco, las cinco últimas sentencias de muerte que firmaría, Arias Navarro anunciando entre lágrimas una mañana de noviembre la buena nueva del fin del dictador, la entronización del príncipe Juan Carlos como rey... Puede que usted también lo recuerde. Pero yo recuerdo también, y sobre todo, lo que ocurrió a finales de ese año en la hasta entonces provincia española del Sahara Occidental. ¿Lo recuerda usted, señor presidente, o su memoria es más selectiva que la mía? Permítame que se la refresque.
Ocurrió, simplemente, que un puñado de españoles fueron entregados prácticamente atados de pies y manos a sus asesinos a cambio de... ¿a cambio de qué, señor presidente?, tal vez alguno de sus actuales amigos pueda decírselo, porque yo nunca he sido capaz de descubrir qué es lo que ganó España con aquel acto innoble y vergonzoso. Sí creo imaginar que algunos ganaron algo, gentes que hablaban con Hassan II "de andaluz a andaluz", por ejemplo. Pero, desgraciadamente, en las relaciones hispano-marroquíes estamos ya muy acostumbrados a que un solo español venda lo que no es suyo a cambio de treinta monedas o de treinta millones de monedas, tanto da.
Ocurrió que en los cuarteles del Sahara Occidental los militares fueron obligados por el gobierno español a huir con lo puesto, casi literalmente, en lo que probablemente haya sido la vergüenza mayor que haya sufrido nunca nuestro ejército; que mientras por una puerta salían los soldados españoles, por la opuesta entraban los marroquíes.
Pero ocurrió, sobre todo, que un par de cientos de miles de, hasta entonces, españoles tuvieron que dejar sus casas, sus ciudades y huir a través del desierto, a pie los más, en coches o camiones algunos, sin saber muy bien adónde iban ni cuánto tiempo iba a durar su marcha, sufriendo el acoso del ejército marroquí que bombardeaba las columnas de refugiados, en su mayoría formadas por niños, ancianos y mujeres, desde aviones (franceses, dicho sea de paso) con napalm y fósforo blanco. ¿Sabe usted cuántos saharauis, españoles entonces (todavía), murieron en Um Dreiga, en Tifariti y en tantos otros bombardeos? ¿Y sabe usted que fue un gobierno español el responsable de esas muertes y que fueron ciudadanos españoles los muertos?
Ocurrió que un solo país apoyó entonces, y ha seguido apoyando, a los que hasta ese momento eran nuestros compatriotas (los suyos también, señor presidente): Argelia. Argelia les ha cedido un pedazo de su tierra en la que vivir. Mucho más de lo que hemos hecho los demás, señor presidente, sin ser tan responsables como nosotros de lo que había pasado. Pero la tierra en la que viven desde hace, ¡ya!, casi veintinueve años es un trozo de infierno en el que nadie puede vivir ni veintinueve días. Supongo que usted no ha estado allí en verano. Vaya usted ahora, señor presidente; viva allí no digo veintinueve años, ni siquiera veintinueve días, pase allí veintinueve horas y atrévase a decir después, señor presidente, que hay que volver a dar un nuevo plazo a las Naciones Unidas "para que lo intente de nuevo", para que encuentre una solución al problema que no moleste a Marruecos ni a Francia. ¡Pero quédese usted allí viviendo con los saharauis hasta que la encuentren! Ahora nos habla usted a boca llena de legalidad internacional y de acuerdo entre las partes. Y lo hace usted como si España no tuviese más responsabilidad en lo que ocurre allí desde hace ya casi treinta años que, digamos, Nepal o Bielorusia.
¿Legalidad internacional? La ONU ha dicho repetidas veces, antes de 1975 y después, por activa y por pasiva, que la cuestión del Sahara Occidental es un problema de descolonización. Y la potencia colonial, señor presidente, es, sigue siendo en estricto respeto a su "legalidad internacional", el país cuyo gobierno usted preside, un país que tiene la obligación de respetar esa legalidad internacional, con la que usted gusta tanto de llenarse la boca, antes de exigir a otros que lo hagan.
¿Acuerdo entre las partes? ¿Qué partes, señor presidente? ¿Qué pinta Francia en toda esta cuestión? Si no me equivoco Francia no ha sido nunca potencia colonial en el Sahara Occidental. ¿Cuáles son sus intereses, directos o indirectos, en la cuestión? Díganoslo usted claramente, si lo sabe, y si no díganos por qué lo dice. Y Marruecos, que lleva incumpliendo compromisos con las Naciones Unidas, y con todo el mundo, desde hace por lo menos, trece años, desde la firma del alto el fuego; rechazando acuerdos que previamente había firmado; bloqueando el proceso de identificación de votantes para el referéndum, un referéndum que debía haberse celebrado en 1992 y que aceptó solo como medida dilatoria hasta que comprobó que nunca podría ganarlo. Y finalmente usted como tercera parte. ¿Por qué no incluye usted a Mauritania entre las partes interesadas? Podría invitarlos a todos a Madrid y firmar unos segundos acuerdos, como aquéllos de hace veintinueve años.
Señor presidente, España tiene unas obligaciones que cumplir y unos compromisos que respetar para con el pueblo Saharaui, compromisos y obligaciones que ya demasiadas veces ha ignorado, compromisos y obligaciones que ya demasiadas veces ha supeditado a intereses nacionales y, lo que es peor, a mezquinos intereses particulares de personas o grupos. Por favor, no los supedite ahora usted también a intereses aún más mezquinos de otros países europeos, cuyos dirigentes han presumido en público de su amistad con dictadores africanos de la talla del Zaireño Mobutu.
Señor presidente, yo creo, de verdad, que es usted un hombre honesto, como creo que nuestro país es, a pesar de todo, un país digno. Por eso es por lo que le pido que no añada usted el escarnio a la vergüenza. Si no está usted dispuesto a respetar y hacer respetar la legalidad internacional en el tema del Sahara por lo menos no la invoque usted. Desgraciadamente la política internacional que hay hoy en el mundo es la que hay y ni usted ni yo estamos en condiciones de poder devolver al pueblo saharaui lo que nuestro país y algunos otros les quitamos hace ya tantos años. Nadie va nunca a compensar la muerte de tantos y tantos saharauis en el exilio sin haber vuelto nunca a ver su tierra, sus playas, sus ciudades o sus familias; nadie va nunca a compensar a tantos y tantos saharauis que han sufrido la cárcel, la tortura e incluso la muerte en las cárceles marroquíes por el único delito de ser saharauis y decirlo. Pero lo que sí puede hacer usted es devolvernos a los españoles parte de la dignidad que perdimos hace ya casi treinta años, permitirnos levantar la cabeza y decir: en 1975 pasó lo que pasó, pero en el 2004 un presidente de gobierno de España tuvo el coraje y la honestidad de hacer cuanto estuvo en su mano por remediarlo. Si usted no lo hace, señor presidente, unos cuantos españoles que tenemos aún un átomo de vergüenza y un poco de memoria tendremos que seguir sintiéndonos culpables de serlo en vez de estar orgullosos por ello.
No por el pueblo saharaui sino por el pueblo español algún gobierno español algún día debería hacer esfuerzos serios por poner fin a esta vergüenza. Respetuosamente.
(Firmado)
Juan Bautista Crespo Arce
Funcionario del Parlamento Europeo
(Bruselas)
N° DNI 51357411K