OPINION

 

Zapatero: incógnitas con relación al Sáhara

HASH AHMED

El inesperado triunfo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en las pasadas elecciones y acceso de José Luis Rodríguez Zapatero a la presidencia del Gobierno suscita no pocas interrogantes acerca de los cambios que eventualmente experimentará la política exterior española.

El Sahara Occidental es uno de los primeros retos a los que tendrá que hacer frente el próximo gobierno socialista. A finales de abril expira el plazo concedido a Marruecos por el Consejo de Seguridad de la ONU, del cual España es miembro no permanente. Sobre la mesa y en "cuidados intensivos", la ultima versión del Plan Baker para la autodeterminación del Sahara. Los pronósticos mas pesimistas apuntan a un inminente fracaso de la ONU y retirada de la MINURSO. El recrudecimiento de la tensión en la zona se presenta pues como una opción abierta.

El escenario que se avecina emplaza al PSOE a definir con claridad su política de estado y no de partido en la materia.

Durante el gobierno popular y en varias ocasiones, las divergencias con Marruecos en torno la cuestión saharaui, especialmente en vísperas de discusiones en la ONU, encrisparon al máximo las relaciones diplomaticas entre ambos paises. La actitud del PSOE, lejos de respaldar lo que en teoría es asunto de estado y legalidad internacional se fijó mas bien en clave de controversia política interna, descalificando las "formas y malos manejos" de la política exterior de Aznar. Lógicamente, esa posición fue y sigue siendo interpretada como un alineamiento en favor de Marruecos y de sus tesis expansionistas en el asunto del Sahara.

El programa de política internacional presentado por el PSOE para las ultimas elecciones suaviza esta percepción, pero no despeja todas las dudas. En los últimos años se ha ido distanciando progresivamente de la causa saharaui y desde una posición de bajo perfil y con mas tropiezos que aciertos, tuvo que "bailar en cuerda floja" entre la fidelidad a los compromisos promarroquíes de F. González y la respuesta a los reclamos de una amplia mayoría de sus bases, sensible y comprometida con la autodeterminación del pueblo saharaui.

Aparentemente, sobran razones para presumir que a Zapatero no le atan, o al menos no deberían maniatarle en el asunto del Sahara las visiones y formas particulares del viejo líder. Su triunfo electoral, en teoría, representa un relevo generacional y la instalación al frente del partido de un nuevo liderazgo con criterios y maneras distintos. Por otro lado, la coyuntura es totalmente diferente: la ONU ha trazado el camino para la descolonizacion del Sahara; desaparecieron los esquemas rígidos de la guerra fría; no es el primer líder socialista que dirige un gobierno europeo miembro de la OTAN y por ultimo, un dato esencial: en la compleja relación con el vecino del sur no va a tener que lidiar con un monarca de la talla y la habilidad política de Hassan II.

En su programa político, la nueva Dirección Socialista promete "apoyo activo a las gestiones y las resoluciones del Consejo de Seguridad tendentes a la solución del conflicto del Sahara Occidental en el marco de las Naciones Unidas y del derecho internacional". "A tal fin &endash;añade- los socialistas nos comprometemos por contribuir a crear un marco de diálogo que facilite el acercamiento de las posturas enfrentadas favoreciendo la recuperación del dialogo directo entre las autoridades marroquíes y el Frente Polisario, de modo que se encuentre una solución definitiva al problema del Sáhara".

La línea de acción anticipada por quien se postula como probable titular de exteriores, Miguel Ángel Moratinos y dentro de la cautela con la que se debe acoger toda promesa electoral, puede significar un paso en la dirección apropiada. "Un gobierno socialista, al tiempo que defenderá el principio del derecho a la libre autodeterminación del pueblo saharaui de conformidad con las Resoluciones de Naciones Unidas, apoyando todos los esfuerzos del Secretario General de la ONU en la búsqueda de soluciones al conflicto, defenderá la necesidad de propiciar negociaciones bilaterales para alcanzar un acuerdo político satisfactorio para todas las partes".

En una de sus intervenciones Moratinos fue más específico. Se propone utilizar la influencia francesa y articular una acción combinada para hallar una salida. La idea puede resultar efectiva, sobre todo si se tiene en cuenta que Francia, con su apoyo incondicional a Marruecos, es el principal responsable del actual estancamiento en el Sahara. Ahora bien, para arrancar con buen pie la iniciativa y sus promotores deben ganarse previamente, la confianza de los saharauis, la parte otrora sacrificada. Dicho de otro modo, ha de ser creíble y para serlo debe despojarse de todo enfoque basado en los ya experimentados vicios de la parcialidad y las complicidades abiertas con la parte marroquí.

En lo que a España toca y dejando de lado los discursos electorales, aun se recuerdan los deslices poco elegantes del PSOE cuando, en uno de esos pulsos entre Rabat y la Comunidad Internacional, se pronunció contra el referéndum de autodeterminación del pueblo saharaui, desconociendo las resoluciones de la ONU. Semejante incongruencia encaja mal en una política magrebí de nuevo cuño.

A lo largo de tres décadas, se ha practicado una estrategia norteafricana basada en presupuestos inexactos y perversos. Se ha jugado con las diferencias de los protagonistas, sacrificando una y otra vez a los saharauis y a sus derechos legítimos bajo el pretexto de preservar la "sacrosanta" estabilidad de la monarquía alauita cuando, en realidad, la amenaza que planea sobre ella es de otro orden.

Con su vuelta al poder, los socialistas españoles tienen la oportunidad de corregir esos esquemas.El sentido común aconseja una nueva reflexión, explorar en otra dirección, realizar un esfuerzo de imaginación a partir de ángulos más imparciales y de mayor visibilidad. Ademas de beneficiar los verdaderos intereses de España en la zona, la independencia saharaui, obtenida por medios pacíficos y con el aval de la legalidad internacional, de ningún modo puede constituir un elemento de perturbación para el Reino de Marruecos. Por el contrario dará impulso a la deficiente democracia marroquí, permitirá al joven monarca concentrar esfuerzos y recursos para aliviar la pobreza de sus súbditos, atajar el fenómeno de las pateras, a salir en definitiva, de la crisis económica y social que sirve de caldo de cultivo al integrismo islámico marroquí, un integrismo en expansión y cuya brutalidad ha quedado evidente en los atentados terroristas de Casablanca y en la masacre colectiva del 11 M. Esos si, son potenciales factores de riesgo y no solo para la monarquia marroquí.

En el Reino de Marruecos el triunfo socialista fue recibido con desbordante alegria."Con Zapatero ganará Marruecos", vaticinó hace poco el dirigente marroquí, El Yazgui. Sin duda, se refiere a la posición promarroquí que hipotéticamente adoptara en el asunto del Sahara, tras los "amargos tragos" de la presidencia de Aznar. Lo deseable y a la vez pertinente es que "el amigo socialista de Marruecos" como ya lo bautizó un periódico de Rabat, haga uso de sus magnificas relaciones y de paso, la "baraca" que allá le atribuyen, para persuadir al joven monarca a aceptar y aplicar sin demoras el ultimo Plan Baker, a respetar la legalidad internacional. O en su defecto, proceder a concesiones más sustanciales que hagan viable un compromiso capaz de asegurar a los saharauis su derecho a la independencia y a Marruecos una salida honorable. Así ganará Marruecos, pero también España y todo el noroeste africano.

20.03.04


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