OPINION

 

DIOS Y EL DIABLO

"De la audacia a la pereza"

Huneifa ibnu Abi Rabiaa

 

No existe fortaleza psíquica capaz de soportar la idea de otros 30 años en el exilio. Ante semejante monstruosidad conceptual, determinados órganos viriles rebotan en el suelo.

Tampoco existe un calificativo mejor que la audacia para describir la conducta y las decisiones de los dirigentes saharauis, al menos, hasta 1990. Iniciar una guerra rodeado de tres fronteras enemigas (Argelia no permitía, al principio, el paso por su territorio de las armas que mandaba Gadafi) y gestionar una calamidad bíblica como la de 1975 y 1976 supera el calificativo de la audacia. Unos pocos centenares de hombres mal equipados que combatían en el norte contra Marruecos, otro puñado en el sur contra Mauritania; atender una marea humana hambrienta, sedienta y exhausta que vagaba por los desiertos de Dios; enfrentarse a las enfermedades que se cebaban de los niños, mujeres y ancianos haciendo auténticos estragos en la población civil; organizar unos campos de refugiados. Y, en medio de semejante caos estratosférico, tener cojones (perdonen, no encuentro otro término) para pensar en la educación la política exterior, Nueva York, París, Argel, Trípoli, etc. Hay motivos para creer que, también, estuvo la mano de Dios.

Cuando un grupo, cuya media de edad no supera los 25 años, decide el envío masivo de niños saharauis hacia Argelia, Libia y Cuba sin importarle el sexo, raza o clase social, arrancándolos, literalmente, de los brazos de sus madres, hay motivos para ver más que audacia, la mano de Dios. Claro que si se tiene en cuenta que, por aquél entonces, ni siquiera los campos en Argelia eran seguros, cabe pensar que el motivo de ese envío masivo hay que buscarlo en su supervivencia más que en su educación. Supervivencia en ultratumba, en todo caso. Ante el probable exterminio del pueblo saharaui, que al menos, sus hijos puedan sobrevivir allende las fronteras y los mares. Debieron pensar así los, entonces, jóvenes dirigentes. Nos da una buena pista la letra de esa temprana canción que dice algo así como: "¿permitirá el mundo el exterminio de los libres? ¿permitirá el mundo el exterminio de los niños?".

En la medida en que la perfección es una virtud exclusiva de Dios, proporcionalmente, cabe decir lo mismo de la gesta del POLISARIO.

Pero como la idea de Dios va pareja a la del Diablo. Éste, también, ha tenido sus manifestaciones. O dicho en otras palabras, después de 30 años, la audacia ha cedido ante la pereza.

Annan acaba de decir que ningún país ha podido persuadir a Marruecos para que acepte el Plan Baker II que es la máxima concesión que se puede conseguir de los saharauis, porque ya es la antesala de su rendición total.

Nuestro Excelentísimo Sr. Presidente, según el diario argelino "Alkhabar" del 23-04-2006, espera que el Consejo de Seguridad no respalde el maldito Informe de Annan. Pero en el caso de que ese deseo se lo lleve el Diablo antes que Dios, qué opción nos queda a los saharauis?

Llevamos casi 15 años a remolque de los acontecimientos. Hemos perdido la capacidad de la iniciativa. Nos bastamos con lo que nos dan. Hasta una autonomía hemos aceptado. Hemos perdido nuestra audacia. Nos ha carcomido la pereza.

La guerra es una opción que siempre está ahí. Hay tantos puntos a favor como en contra de la opción bélica. Y mientras tanto ¿podremos construir la RASD dentro de los Territorios Liberados y fortalecer sus instituciones republicanas?. Es, quizás, la única maniobra que puede involucrar seriamente a NN.UU amén de obligar a Marruecos a reconocer la evidencia: la RASD existe. El mismísimo Plan Baker II no podrá aplicarse, porque se trataría de dos Estados enfrentados. No habrá alternativa al referéndum directamente y sin período de autonomía previo. Es una opción altamente arriesgada. Requiere elevadas dosis de audacia. Que sea lo que Dios quiera. Ya sabemos que no querrá. Intentémoslo.

Huneifa ibnu Abi Rabiaa

23.04.06

Para contactar con el autor: ibnuabirabiaa@yahoo.es

 


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