OPINION
(publicado el 20-02-03 en El periódico de Álava)
En un momento en el que los movimientos sociales y las fuerzas progresistas apuran sus esfuerzos ante la próxima guerra contra Irak, puede parecer que sacar a la luz un tema como el del conflicto saharaui, no hace sino desviar la atención hacia cuestiones importantes, sin duda, pero secundarias en estos momentos.
Sin embargo la reciente resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la cuestión del Sahara Occidental y la pertenencia común de Irak y el Sahara Occidental al mundo árabe y musulmán han hecho que mucha gente se acerque a preguntar por la posible relación entre ambos temas y la posibilidad de salida a este conflicto que se prolonga ya más de 27 años.
La cuestión saharaui y el conflicto de Irak tienen, sin duda, muchos puntos en común. Algunos de ellos obvios para la mayoría de la población que estos días alzamos la voz contra la injusticia de la guerra. En primer lugar, los actores sobre los que recae la responsabilidad del conflicto son los mismos en ambos casos: El Consejo de Seguridad, atrapado entre los intereses político&endash;económicos de las superpotencias (el $ representado por EE.UU. y el ¤ representado por Francia) que juegan con la legalidad internacional y con su capacidad de presión diplomática hacia el resto de los países, para hacer valer sus intereses en zonas del globo especialmente sensibles a los mismos.
Hay , sin embargo, algunas diferencias también notables. Por ejemplo, mientras el control de las reservas de petróleo es el factor desencadenante del conflicto en el caso de Irak, donde el uso de la fuerza militar es la única forma de imponer su cuota en un lugar donde ya está asentada Francia a través de Total Fina Elf, en el caso del Sahara las supuestas riquezas naturales &endash; aún en fase de exploración &endash; pasan a un segundo plano y el valor estratégico que la zona tiene para Francia pasa a ser la cuestión fundamental. Francia necesita utilizar toda su influencia económica y política para asegurar su predominancia en el Norte de África, y es capaz incluso de ceder una cuota de su beneficio económico en forma de contratos para la explotación sobre hidrocarburos en el Sahara Occidental a empresas norteamericanas. Este valor estratégico del Sahara Occidental no es, sin embargo, determinante para la política norteamericana en la zona.
En resumen, mientras que en Irak el interés fundamental se centra en modificar - a favor de USA &endash; el estatus económico y político del país, en el caso del Sahara Occidental se trata de mantener el hecho consumado de la ocupación marroquí y del exilio de todo un pueblo a favor de la supremacía francesa en el Magreb.
Es por ello que mientras en el caso de Irak se invoca reiteradamente la legalidad, las resoluciones de la ONU y la filosofía de la defensa de los Derechos Humanos, en el caso del Sahara Occidental, como en el caso Palestino, se reitera la necesidad de un "acuerdo político" entre las partes o se invocan los intereses regionales por encima del derecho a la autodeterminación y de la aplicación de las resoluciones de la propia ONU.
Esta filosofía ha conducido en los últimos 10 años, por una parte, a reforzar la ocupación marroquí e, indirectamente, a favorecer la política de represión indiscriminada y salvaje contra la población saharaui, así como a la expoliación ilegal y sin escrúpulos de los recursos naturales del Sahara &endash; fundamentalmente la pesca y los fosfatos - y por otra, a la prolongación del sufrimiento de lo dos centenares de miles de personas refugiadas que han preferido la miseria del exilio al infierno de la ocupación.
En los dos últimos años, la presión combinada de los movimientos de solidaridad y de algunas instituciones y países, como Argelia, han conseguido paralizar el consenso Franco &endash; USA, que pretendía cerrar este tema mediante la fórmula de una autonomía limitada, también conocida como "tercera vía" o Plan Baker. Se trataba, en definitiva, de cerrar un frente que resta fuerzas para el enfrentamiento principal: la guerra del petróleo de Irak
Aunque el análisis que aquí se presenta no es el único que se puede y se debe hacer en torno de la cuestión saharaui, quisiera resaltar dos consecuencias que se derivan del mismo:
1) Con las diferencias y especificidades que los dos conflictos &endash; Irak y Sahara Occidental &endash; presentan, sin embargo, ambos reflejan el interés creciente de las potencias, en particular de USA, de caminar hacia la desregulación internacional, esto es, su voluntad de imponer sus intereses económicos, políticos y estratégicos por encima de la legalidad internacional, independientemente de que ésta se encuentre aún muy lejos de la defensa de los más desfavorecidos frente a los más ricos.
2) En momentos de emergencia como el actual no debemos perder la perspectiva de que otros pueblos &endash; Sahara, Kurdistán, Palestina, etc. &endash; van a sufrir una presión suplementaria para evitar que los conflictos que representan no signifiquen una merma de fuerzas y atención hacia el conflicto central. Expresar la solidaridad e incrementar la ayuda a estos pueblos es también una forma de hacer frente a la barbarie de la guerra imperialista y a la desregulación internacional.
Gasteiz, 15 de Febrero de 2003