OPINION

 

Lo que yo sé de ellos...Nada.

Mireia G. Pujol Carme

Hace prácticamente siete años que vivo en Siria, en la capital más antigua del mundo, la conozco, la camino, en fin, la vivo. Recuerdo que, en un primer momento, me sentía como un explorador que intenta descubrir, realmente, todo lo que hay en esta tierra tan diferente y tan igual a todas esas descripciones que yo había leído en ese montón de libros estudiados durante mi vida universitaria.

Como un niño que entra en una habitación llena de regalos, descubrí todo tipo de colores, olores y sensaciones y es que, la diversidad no deja de sorprenderte. Pero, después, llegar al punto de desenvolver los paquetes y saber lo que hay dentro, es decir, ellos, es algo que no lo habría imaginado nunca.

La verdad es que nunca se me habría ocurrido traspasar el umbral de su puerta. Lo hice. Dentro de esa habitación, que no jaima, encontré de todo: lengua, tradiciones, rituales, religión, sueños y esperanza. O sea, una riqueza que me mostraba nuevamente la pluralidad del mundo árabe, la variedad de costumbres y comportamientos que hay por todas estas tierras que me han embrujado.

Como siempre, me acerqué a la orilla de ese gran lago llamado Árabe para beber un poco de agua, la verdad es que estaba sedienta de curiosidad. Al levantar la mirada pude contemplar la belleza misteriosa y el encanto existente de un nenúfar que la brisa movía tan lentamente que lo hacía diferente al resto. Era el Sahara Occidental.

Recuerdo que los conocí aquí. Algunos estudiaban, otros hablaban, otros veían la televisión…todos en un mismo espacio y todos unidos por pequeños vasos llenos de té decorados con espuma del Atlántico. La mayoría llevaban ropas civiles, otros lucían su magnificencia con la derra'a 1 y una mujer lucía muy elegantemente, los colores de una melhfa 2 que quería decir mucho más de lo que pueden expresar el azul y el verde.

Tras tomar, los tres vasos de té y sentir lo que es la vida 3 nos sentamos a cenar. Una simple cuchara fue lo que me llamó la atención. ¿Por qué decían cuchara y no malaqa? La lengua que yo escuchaba era otra, tenía muchas cosas de mi propia lengua, era increíble y como ese niño que descubre su primer regalo, encontré ante mis ojos algo mucho más cercano y tan diferente a mi realidad que me envolvió.

Poco a poco, fui deshojando esa flor de la curiosidad, cada vez podía ver más cosas: religión, costumbres…pero, no eran como las cosas que había visto antes, tenían algo especial o propio de un círculo cerrado aunque flexible. Sentarme con ellos a comer cus-cus, saludarles con un simple "hola ¿qué tal?" (sin besos), preocuparme de que todos los comensales estén bien, convivir con tantas actividades diferentes en esa misma habitación, saber apreciar el momento de hablar o escuchar, sentir que les falta su arena mientras se respira un aire de respeto inmenso por todo y todos, es lo que me dio a entender que para llegar a conocer más de ellos tenía que partir de cero. Cogí nuevamente la flor que había deshojado y me di cuenta de lo que tenía entre las manos. La flor nunca había dejado de tener su tallo, el que no se puede partir. Entonces, entendí que las cosas que nos atraen de ellos siempre son las más bellas, pero la Realidad y la Necesidad es llegar a comprender lo que forma esa belleza. Por eso, me adentré en esa aventura.

Evidentemente, las visitas fueron repitiéndose hasta el punto que pude empezar a colaborar con ellos. Pasados unos cuantos días de charlas y razonamientos descubrí que igual podía ser un nuevo grano de arena en ese mar llamado Sahara. La generosidad, la sinceridad y la humanidad que ellos tienen fueron las tres razones básicas para empezar a pensar seriamente en la necesidad de ser "solidaria" con ellos pero, hasta cierto punto. Me explico: trabajar con ellos, no para ellos, por una causa común o no, es algo que yo, como persona no puedo decidir. Su causa nunca va a ser la mía, como la mía nunca va a ser la suya. El nenúfar tiene su lugar en el lago y yo, como tantos otros estamos en la orilla. No podemos ser nenúfar, ni lago, ni agua, pero si podemos ser nosotros, compartir con ellos lo mejor de nuestro espíritu y corazón, pero si sinceramente nuestro corazón es grande 4 es mejor dejarlo todo.

Si los sentimientos tan puros y bellos se quedan ahí, los gozamos, los sentimos, a veces los describimos pero en realidad no nos llevan a nada más que a un estado de contemplación absoluta que convierte el escaso movimiento del nenúfar en una falsa ilusión.

Lo que yo sé de ellos no es nada pero hasta ahora deseo cruzar la matenba 5 para poder beber los tres vasos de té, pasar el mechero 6 y saber que sus caras muestran la sonrisa y la vivencia de sus propias vidas.

Damasco, 22 de mayo de 2002.

Mireia G. Pujol Carme
Arabista y Lectora de la Universidad de Damasco

 

1. Derra'a : vestimenta masculina tradicional usada por los saharauis.

2. Melhfa: vestimenta femeina tradicional usada por las saharauis.

3. Tradicionalmente se beben tres vasos de té. El primer vaso debe ser amargo como la vida, el segundo, el dulce como el amor, el tercero es el suave, como la muerte.

4. La frase corazón grande se utiliza en el sentido de "bobo", por el contrario corazón pequeño se dice a una persona lista.

5. Matenba: termino del hassania que define la entrada a una jaima, lo que nosotros llamaríamos el umbral de una puerta.

6. El dialecto del hassania contiene numerosas palabras de origen español, cuchara y mechero son de ellas. Aunque ellos lo pronuncian metchero y cutchara.


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