Una vez más, el fanatismo y la arbitrariedad  van a arremeter contra la cultura y el patrimonio de los pueblos.

El régimen marroquí, acusado internacionalmente por violar los derechos humanos de su propio pueblo  y por la invasión del Sáhara Occidental, está llevando a cabo ahora  la destrucción de la herencia cultural del pueblo saharaui. Hoy es el fuerte de Dajla (antigua Villa Cisneros) pero no pararán ahí y seguirán con otras muestras culturales.

Tocamos así el fondo de un régimen, para el que la cultura es (como sus jerarcas han declarado) tan solo una serie de "puntos negros". Estos  actos vandálicos, decididos desde arriba, suelen ser obra de regímenes que, como en este caso,  tienen conciencia de su propia  debilidad política. Privar a un ser humano o a una nación de su pasado es cometer un asesinato de consecuencias imprevisibles. Es todo un símbolo de  invasión, de una invasión que ha sido condenada por la mayoría de pueblos y gobiernos y donde la ley de la violencia ha sustituido al derecho internacional. Marruecos es hoy el reino de la fuerza y sus actos sólo pueden suscitar más odio y más violencia y acreditar la responsabilidad   de quienes  han provocado y permitido la barbarie

El fuerte de Dajla, para muchos de los que tuvimos el inmenso privilegio de nacer o vivir en esa ciudad, es todo un símbolo de "sahariedad"; símbolo que corona las imágenes de nuestra permanente nostalgia. Esta demolición se suma a las muchas atrocidades cometidas en las zonas ocupadas del Sahara Occidental contra su población, pero también contra quienes tenemos secuestrada nuestra niñez.

Demoler el patrimonio, deshacer el origen, borrar las huellas, eliminar la pluralidad, impedir la disidencia, Esos son los objetivos de todo sistema dictatorial y Marruecos, con su régimen feudal, no es una excepción. Pero no ha habido ninguna dictadura que haya conseguido abolir  la realidad,  ni la memoria,  ni la solidaridad entre los pueblos.

   18.07.04