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NEGRO EN BLANCO
Mohamed Ali
Escribiendo, o manchando de negro esta monstruosa blancura, uno cree encontrar más y mejor atención que en la oralidad. Porque escuchar es acaso el verbo mental más difícil de conjugar, con propiedad, en la real realidad. Es preciso aplicarle un modo, un tiempo, un número, una persona, un caso, etc. adecuados a todo lo que oímos para decir que escuchamos en rigor.
No es intención de este servidor servir presentando, ni presentarse sirviendo un té amargo para los viciosos y adictos a la saharauidad más cañí. Nada más lejos. Lo que lamento, de veras, es la pérdida irreparable esa fugacidad- de tanta conversación útil en torno a esas pequeñas dosis de teína. De todos es sabido que el té no siempre sabe a alegres muchachadas.
Exiliados de nuestro exilio, a los saharauis nos aguarda la patria del desasosiego mental. Ese lindo sueño, aquel verdadero encantamiento, este presente visto con ojos de entonces "o este futuro, ya hecho flor de ayer", cuya dimensión intenta ventilar hoy esta frescura de tinteros que invade arso.org desde hace meses, es obra caprichosa de una "constelación compleja y delicada de factores" [mentada por la Dra. Lehdía en su cabal escrito] que influyen en toda empresa.
Hay en este neosaharauismo, dotado de una curiosa facultad de entrega al escepticismo, indicios de una fiel cobertura cerebral. Paradójicamente. Y hay en él, asimismo, una especie de duende que le inquieta mucho y le impide distraerse más, porque hace mil ceniceros que espera. Casi llega a anochecer por completo en las azoteas de los más teinómanos.
Algo parece querer brotar del cultivo de tanta paciencia. Hay veces que el fin justifica los medios, pero hay otras veces en las que son los medios los que acaban determinando el fin: lo crean, lo representan, lo materializan. El lirismo al que estamos asistiendo constituye un fin (¿o un medio?) en el que merece la pena detenerse. Tomarse un té por su salud.
06.10.04